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A los 11 años de edad Jenni Rivera decidió que no volvería a cantar. "Recuerdo que era mi primera presentación
en un evento infantil y mi padre me regañó por algo que seguramente no hice bien. Me dio tanto coraje, que decidí que aunque
mi familia se dedicara por entero a la música yo haría otra cosa", recuerda Jenni hoy, cuando la respaldan exitosas grabaciones,
una nominación al Grammy Latino, y cientos de miles de discos vendidos. Fue así como mientras su padre, Pedro Rivera empresario
de la música regional mexicana y sus hermanos - incluido al exitoso Lupillo- crecían en le ambiente musical, Jenni se destacaba
en el estudio y se preparaba para ser administradora de empresas. "Siempre fui una alumna con las mejores calificaciones,
pertenecí a las clases para alumnos excelentes, fui a la universidad y muy pronto comencé a hacer dinero en bienes raíces".
Sin
embargo, como lo que se hereda no se hurta, Jenni cuenta que en salidas nocturnas de su época de estudiante, comenzó a cantar.
Su poderosa voz, la pasión y la sensibilidad hacia la vida de las mujeres fueron convirtiéndola en el centro de las fiestas.
"Un día decidí grabar un disco para mi padre... y aunque no tenía ninguna motivación comercial- era sólo para decirle que
lo amaba y lo admiraba- me di cuenta que lo valioso de los artistas estaba en la garganta y que eso Dios me lo había dado...
así que le seguí".
Ahora, a sus 33 años, Jenni no puede estar más satisfecha de su decisión. "Esto no ha sido fácil. Yo
no soy la artista tradicional... A los 16 años tuve a mi hija y hoy en día tengo cinco niños a los que amo con locura. Soy
'pocha' [nacida en Estados Unidos de padres mexicanos], salí de los que la gente llama el ghetto y nunca me olvido que allí
conocí el amor, la voz y el sentimiento de mi raza. Tengo dos culturas, dos lenguas y una vida entera para entregarla a mi
público".
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