La Diva de la Banda
El Gran Patriarca de los Rivera













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El gran patriarca de los Rivera
Ramón Inclán, Redactor de Espectáculos

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Domingo, 10 de febrero de 2002- El éxito discográfico del momento en la especialidad de música regional mexicana en Estados Unidos corresponde a toda una familia de cantantes radicada en el sur de California y encabezada por Pedro Rivera Cervantes, quien mucho tiene que ver en las destacadas proyecciones profesionales de sus hijos: Lupillo, Jenni, Juan y Gustavo Rivera.

Ellos nacieron en un hogar jalisciense donde las canciones rancheras matizaban el trajín del día de un incansable, tenaz y admirable luchador, el patriarca de ese grupo familiar.

A sus vástagos les enseñó a ganarse el pan de cada día a base trabajo y de conducirse con rectitud por la vida. De él también aprendieron a enfrentarse con valor a la diaria lucha por la subsistencia, como él lo hizo desde que emigró en calidad de indocumentado a este país tras vivir algunos años en Pueblo Yaqui, Sonora.

Su mística, que ha inculcado a sus hijos, es la de buscar el triunfo en la actividad que cada cual tenga, pero "sin hacerle daño a nadie". Y explica que, precisamente, es ése el lineamiento que siguen los artistas a quienes dio vida, encauzó y sigue dirigiendo: sus hijos Lupillo y Jenni, de quienes puede considerarse que "ya la hicieron" profesionalmente, y cuyos hermanos Juan y Gustavo están encaminándose adecuadamente en pos de alcanzar las alturas que les sean posibles

Ahora que sus hijos son adultos y artistas respetables, ¿sigue usted imponiendo su voz de mando?

Es un poco más difícil que antes, pero ellos me tienen que decir qué es lo que cada uno va a hacer. Después de haber discutido el asunto, yo soy quien les indica qué camino deben tomar.

Pueden suscitarse divergencias y hasta corajitos y pleitos entre ellos mismos. Pero sí les digo que no se me pueden salir mucho del huacal, porque desde tiempo atrás les advertí que un cantante, por buena voz que posea y aunque cante muy bonito, difícilmente tiene buen éxito si no cuenta con un consejero que cuide su carrera con conocimiento y experiencia. Esa persona, en estos casos, soy yo

¿Cómo se siente con tantos triunfos familiares?






 

 

Por supuesto que se siente bonito. Pero no por ello se sale uno del piso. La razón de que no caigamos en esa actitud es que somos gente que ha sufrido mucho. Que se estén obteniendo triunfos no nos agarra a nosotros de sorpresa, porque hemos sostenido una larga lucha y vemos eso como un producto de tanto esfuerzo y tantas penurias padecidas.

En lo personal, no se me olvida que mi abuelito, allá en Jalisco, decía: "Nosotros somos de las chivas de más atrás". Con eso hacía referencia a que cuando arreábamos a esos animales, la más flaca y hambrienta de las chivas era la que siempre se iba quedando atrás de la manada.

¿Qué pasa con Pedro, el hijo mayor? , ¿no canta?

También le gusta cantar. Pero no lo hace comercialmente, porque solamente le canta a Dios. Es cristiano, como mi esposa, Rosa Amelia Saavedra, con quien me casé en Hermosillo, Sonora, después de robármela cuando yo tenía apenas 15 años de edad.

La historia suena a un corrido. Me la llevé a Guadalajara, donde permanecimos tres meses viviendo en la central camionera. Yo lavaba carros y en ocasiones hasta camiones de pasajeros. En esa temporada pasamos hambre. En ciertos días sólo comíamos pan con cajeta.

Luego regresamos a Hermosillo, y ahí me encarcelaron por haberme robado a una menor de edad. Dos meses me tuvieron en la penitenciaria local y salí gracias a gestiones que hizo mi propia esposa. Me dediqué a vender billetes de lotería y tacos de caguama.

¿Cuándo comienza la historia en Estados Unidos?

Me decidí a probar suerte y junto con dos chavalos me brinqué la línea divisoria en Arizona. Gracias a un tren carguero, al cual nos trepamos en pleno movimiento, llegamos a Indio, California. El dueño de una estación de gasolina me dio un aventón y llegué en coche a Los Angeles. De ahí viajé en camión hasta cerca de Fresno, donde empecé a pizcar en 1964.

¿Lupillo ya andaba con usted?

El tenía 9 años y me ayudaba en una fondita en la que no se vendían más de dos burritos al día. La comida que sobraba era nuestra alimentación. También con cámara Polaroid tomaba fotos de clientes en las cantinas y mi hijo se las vendía. En esa etapa, a veces comíamos puras uvas verdes que le causaban grandes malestares estomacales a Lupillo.

Luego nos fuimos a Salem, Oregon, donde había un programa de aficionados. Ahí cantó él por vez primera y obtuvo el tercer lugar en un concurso. Ese fue su arranque.




























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